Reuniones poco ortodoxas (Priv)

Cualquier descanso que recibiese terminaría en esto, no había sorpresa con que yo anduviera por estos lares, pero los descansos eran para esto, estaba completamente rodeado por tipos con poca ropa eso no era divertido, teníamos que golpearnos entre nosotros y en algún caso matarnos entre nosotros para eso estábamos ¿no? El único lugar donde podíamos de alguna manera liberarnos, ser nosotros mismos, azotar sin miedo a morir, a escuchar gritos que no eran vitoreo, ese era este lugar, nada como golpear un buen trasero mientras se le penetraba, escuchar gritos y gemidos mientras la sangre se te subía a la cabeza. El coliseo era una sensación mágica, pero el sexo le ganaba en todo y había que ser sincero, cualquiera preferiría coger a matar.

Lo único negativo de esto era que tenía que tener dos guardias encima ¿por qué me habría de escapar? Volver a casa no era factible esa maldita guerra entre reyes no era algo que yo deseara, aquí me tenía que matar pero por el amor del público, de las putas, de los senadores y cabe a resaltar que ganarse su amor era hacer lo mismo, ser el mejor en lo que hacías. Era más o menos las 2 de la tarde y estaba en la entrada del prostíbulo, era prácticamente una celebridad con dos tarados jodiendome la espalda, algunas chicas estaban buscando emoción, no dudaban en arrojarse ante los píes de un gladiador, yo solo me reía mientras coqueteaba con algunas.

Según tenía entendido me encontraría con Marshall por algún lado, era mi dominus, pero su propio control de las armas y su actitud aguerrida me hacía verlo prácticamente como un gladiador, no era que no le respetara como dominus, era que para mí era más un respeto a hermano de armas que al de un dueño sin conocimiento de la lucha, solo del entretenimiento. Claro no era lo mismo, algún día deseaba enfrentarme a Marshall Blackfor, su ascendencia britana lo hacía un rival interesante, yo era griego, se nos tildaba más de poetas y habladores, pero siempre olvidan que conquistamos todo el mundo inteligente hasta el momento, gracias a Megas Alexandros, luego Ptolomeo y mi antecesor hicieron la payasada que somos ahora.

–¿Se demora, Marshall? –Le pregunté a los enojados guardias de que le haya llamado por su nombre de pila. –Se me hace tarde para coger ¿no pudimos hablar en algo que no fuese mi tiempo libre? Corremos peligro aquí ¿saben? ¿Me prestarían un arma si me toca defenderme? Déjenme adivinar… ¿Cierra la maldita boca? –Los tipos solo asintieron y yo bufé simplemente para terminar riendo y guiñándole el ojo a una rubia que pasó con muy poca ropa. –No tiene cara de puta ¿saben? Esas heridas no me convencen.