Lucius Maximus

• Lucius es muy conciente de su propio poder y se complace en mostrarlo, pues no solo se debe a su posición en Roma, a su cuna privilegiada o a su dinero, sino que es algo que irradia en su presencia a cada paso que da.
Es egocéntrico, le gusta estar siempre en el centro de atención de todo el mundo, sintiéndose siempre muy bien con las adulaciones que todos le rindan a su alrededor con tal de ganar su favor; pero también es alguien que reconoce su poder y su influencia y suele usarlo tanto a su favor como en el de aquellos que lo merecen.
Es valiente, atrevido, lleno de un coraje que lo llevó a las alturas del senado a tan corta edad, aprovechando también sus dotes de líder carismático y una gran dote de manipulación que puso a trabajar desde muy pequeño, aprovechándose de cada una de las posibilidades que veía disponibles.
Podría pensarse con esto que es alguien falso, pero eso está muy lejos de la verdad. Lucius es tan seguro de si mismo que jamás se guarda las apariencias y siempre se muestra tal cual es, sin importarle si aquello pueda incomodar a alguien o no.
Es capaz de traicionar a quienes considera indignos, pero jamás a aquellos que se han ganado su amistad. No tiene problema en deshacerse de sus enemigos, quizás un poco de remordimiento cuando se trata de hacerlo con los que son un estorbo en su camino, aquellos que en realidad no hicieron nada para contrariarlo más que estar en el sitio equivocado, pero es un insomnio que algo de vino o de sexo no tardan en aplacar.

• Lucius es el hijo mayor y único varón de uno de los más grandes magistrados romanos, Claudius Maximus, muy conocido por su cercanía con el poder máximo de Roma.
Desde muy pequeño aprendió su lugar en el mundo y lo que se esperaba de él, un lugar que cada día le gustaba más a medida que iba creciendo y se iba aprovechando de los placeres y privilegios que su posición le brindaban.
También desde muy pequeño aprendió todo cuanto debía de la educación adecuada para alguien de su posición, desde política a filosofía, disciplina militar a varios tipos de artes, religión y algo de ciencias, todo de los mejores maestros que podría entregarle Roma en toda su grandeza.
Sin embargo las mejores enseñanzas las aprendió de su propia madre, Flavia Lucretia, quien lejos de ser un hermoso adorno junto a su padre, era quién había estado detrás de gran parte de sus ascensos en el poder gracias a sus brillantes confabulaciones y su perfecta forma de conseguir lo que quería a través de intrigas y engaños.
Una de esas intrigas lo llevó a casarse a los 17 años con una mujer cinco años mayor que él, la hija menor de un comerciante con una de las fortunas más grandes del imperio, con conexiones en el oriente con sus especias y seda, y al sur con joyas y diamantes. 
Su luna de miel con ésta mujer no alcanzó a durar dos días, optando por partir en una campaña militar hacia el norte contra los germanos, regresando dos años más tarde luego de que Flavia se encargara de que su suegro, sus cuñados, sus mujeres y, finalmente, su propia esposa, hubiesen muerto o caído en desgracia.
Para entonces, con a penas veinte años, debió decidir qué hacer con toda la fortuna que había quedado a su disposición, concertando los matrimonios de dos de sus cuatro hermanas con hombres tan o más poderosos que su propia familia, sumando así a su propia ambición lo que podía conseguir.
Así es como a los 25 años había conseguido todo cuanto había ansiado, encontrándose con la insufrible apatía que consumía a los de su clase, optando por buscar placeres donde antes no los había buscado, adentrándose en lo más oscuro que el poder podía ofrecerle, convirtiéndose en una sombra de lo que antes era por algún tiempo hasta que su propio padre y su hermana más querida lo sacaron de su decadencia, obligándolo a retirarse por un tiempo a la mansión que poseían en Capua, a retomar su propio centro o a perderlo por completo.